El Padre es la fuerza para caminar por la vida.

Antiguamente, en generaciones anteriores, el padre era el motor de la economía familiar. El acudía todos los días a trabajar, a ganarse el “pan de cada día”, poniendo su esfuerzo y dedicación absoluta en el desempeño de su trabajo, quedando la familia al abrigo y cobijo de la madre. Por eso, normalmente, nos sentimos más cercanos a nuestra madre.

El padre, por tanto, era el encargado de traer el dinero a casa, y esa impronta ha quedado grabada en nuestro inconsciente. Por eso, la figura de nuestro padre es fundamental cuando tomamos nuestra autonomía y nos hacemos independientes. La figura paterna nos ayuda a salir del nido y desarrollar nuestro proyecto de vida.

Cuando somos mayores, sentimos la necesidad de desarrollarnos como personas independientes a nuestros progenitores: tal vez  completar determinados estudios, aprender una profesión, vivir solos o en pareja, formar nuestra propia familia, etc. Y sin duda, afrontar las vicisitudes y retos que la vida nos depara. Y para ello, necesitamos la energía que nos llega a través de nuestro padre, para avanzar con fuerza, seguridad y decisión, por el transitar de nuestra vida.

¿Qué nos aporta sistémicamente el vínculo con nuestro padre?

- Nos ayuda a respetar las normas y, por tanto, poder vivir en sociedad y en armonía con los demás.

- Nos da la fuerza para tomar nuestras decisiones, desarrollar proyectos, fijarnos objetivos y realizar el trabajo necesario para ponerlos en marcha, con confianza y plena seguridad.

- Nos ayuda a poner límites cuando sean necesarios, para tener nuestro lugar en la familia y en nuestro entorno. Nos enseña a respetar a los demás y a hacernos respetar, no sintiéndonos ni inferiores ni superiores a los demás.

- Nos ayuda a realizar cambios en nuestra vida para desarrollarnos y evolucionar, estableciendo nuevas relaciones, emigrar a otro país si es necesario, cambiar de trabajo para prosperar, dejando atrás todo aquello que no nos beneficia y nos impide avanzar y crecer en todos los ámbitos de la vida.

- Nos ayuda con nuestros estudios, trabajo y realización profesional.

- Nos ayuda a encontrar nuestro lugar en la vida, siguiendo nuestro destino.

- Nos ayuda con nuestra sexualidad, al tener integrado en nosotros al hombre y lo masculino.

Las constelaciones familiares, son una técnica de desarrollo personal, que no juzga, ni critica los sucesos que ha habido en la familia. Que ve y acepta las cosas tal y como son, sin querer cambiarlas. Busca la reconciliación de aquello que se quebró dentro del seno de nuestra familia, sin importar lo que ocurrió, y dan su lugar a todos sus miembros, sin tener en cuenta sus vivencias y experiencias.

 

Las constelaciones familiares son una vía hacia la vida y el presente. Dejamos atrás el dolor y el pasado, para tomar nuestra autonomía y seguir con paso firme hacia nuestro destino, “tomando la vida”, tal y como nos fue dada y lo que eso supuso.

 

En ocasiones, el padre no tiene su lugar en la familia, porque murió muy pronto, abandonó a la familia, estuvo ausente en el día a día, etc., pero no cabe duda, que nosotros estamos aquí, hoy en día, gracias a él y a nuestra madre.

 

Si el óvulo de nuestra madre no hubiese sido fecundado por el espermatozoide de nuestro padre, nosotros no existiríamos. Lo femenino sin lo masculino no crea vida. Ambos se necesitan y complementan, y necesitamos tener integrados en nosotros ambos conceptos: lo masculino y lo femenino.

 

El vínculo con nuestro padre es un “vínculo de vida”. Sólo él y nuestra madre han realizado esa proeza, crear vida, y ese vínculo es inamovible.

 

Las constelaciones familiares no pretenden dulcificar la situación o lo que pasó concretamente en algún suceso en el ámbito familiar. Es decir, si pasó algo grave con el padre, como pueden ser abusos de todo tipo, es comprensible que el hijo o hija se mantenga lejos de su progenitor. Como una cuestión de supervivencia.

 

Las constelaciones nos ayudan a sanar el vínculo que tenemos con nuestro padre, que es diferente a la relación que mantengamos con él. Para ello, una vez que somos adultos, si queremos, podemos tomar la decisión de entender, qué más allá, de lo que ocurrió con nuestro padre, él nos ha dado la vida, y para honrarla simplemente tenemos que tomarla desde “la aceptación a todo tal y como fue”, porque no podemos cambiar el pasado, pero sí nuestro presente, y la actitud que mantenemos con él.

 

Nosotros no somos responsables de la vida de nuestros padres, pero sí podemos tomar la decisión de dejar con ellos sus cargas y su vida privada, para liberarnos a nosotros y a nuestros hijos de ese dolor y sufrimiento, que sólo trae malestar a nuestra vida y a la de nuestros descendientes. O al contrario, podemos seguir lamentándonos y quejándonos, de cómo es nuestro padre, exigiéndole algo, que no puede darnos.

 

Tenemos que entender, que nuestro padre no es perfecto y que tampoco, lo somos nosotros. Podemos tomar la decisión de aceptarlo, entendiendo que él es o fue sólo un hombre, con sus cargas, su experiencia, sus creencias y, que vivió como pudo o supo hacerlo. Y después, podemos decidir, si queremos mantener una relación o no con nuestro padre. Pero lo importante es haber sanado el vínculo. Es decir, “reconocer que estamos vivos gracias a él

 

Es imprescindible, si queremos tener fuerza en la vida, sentir en nuestra alma a nuestro padre, y haber sanado el vínculo con nuestro padre, dejando con él las consecuencias de sus actos. De ese modo, nosotros somos libres y no asumimos sus cargas.

 

No “tomar al padre” conlleva, que no tendremos la fuerza necesaria para afrontar lo que nos depara el día a día, en nuestras vidas, nos encontraremos con muchas dificultades y no sabremos gestionarlas o solucionarlas.

Bert Hellinger, el fundador de las constelaciones familiares, nos dice “que tomamos al padre a través de nuestra madre”.

En ocasiones, la relación de pareja de nuestros padres no es buena, o no lo fue, por el motivo que sea, y la madre menosprecia y juzga al padre delante de los hijos, y no permite que los hijos e hijas tengan relación con su padre cuando se divorcian o separan, o el padre los abandona. La madre, excluye al padre de la familia creada.

Los hijos e hijas en un plano consciente, son leales a la madre, pero inconscientemente, en su alma, anhelan estar con su padre, que genera en ellos, un sentimiento de amor y odio a la vez por la madre, porque están con ella y sienten sus cuidados y protección, pero a la vez la culpan, por no poder estar con sus padres. Y se sienten culpables al amar a su padre en secreto, porque sienten que traicionan a la madre, y viven en esa dicotomía, sin encontrar una solución para amarlos a los dos por igual, y pueden surgir las adicciones o enfermedades mentales, en los casos más graves.

Dinámicas que se observan en las constelaciones familiares al rechazar a nuestro padre:

-El hijo o hija puede tener problemas con el abuso de alcohol, drogas, bulimia, anorexia o, bien otras enfermedades mentales.

Buscan un sustituto del padre en su dependencia con el consumo de estupefacientes, alcohol o trastornos con la comida, por ejemplo.  Colman el vacío del padre, usando como sustituto a las adicciones o con los trastornos que padecen.

El hijo o hija, siente el dolor y sufrimiento profundo de no poder estar con padre, y en lo más profundo de su ser, puede sentirse culpable de que su padre no esté con él o no le quiera, y por eso, se hace daño o autolesiona. Inconscientemente, quiere desaparecer, porque no puede gestionar el inmenso dolor de vivir sin su padre.

-El hijo o hija puede no realizarse en el ámbito de la pareja, no encontrar pareja o tener muchas dificultades con su pareja.

 

Una hija, puede no conseguir realizarse en el ámbito de la pareja, ya que al no tener integrado en su alma a su padre y a lo masculino, siente desconfianza y rechaza a los hombres.

 

Puede también, repetir el patrón de víctima de su madre, y atraer hombres a su vida que le hagan sufrir del mismo modo que su madre sufrió ante su padre. Y es de esta forma, es como se siente más unida a la madre y a su dolor.

 

Una hija puede llevar el dolor, el sufrimiento y la rabia que siente hacia el padre y proyectarlo en su pareja.

 

Un hijo buscará una mujer que esté enfadada con los hombres, para ser fiel a su madre, o una mujer que, como hija, sea el ojito de su padre.

 

Un hijo podrá sentirse sin fuerza, con baja autoestima al no tener integrado en su alma a su padre y a lo masculino, y no encontrará pareja.

 

Un hijo que siente que su madre es víctima de su progenitor, puede ocupar el lugar de su padre. Se siente y cree que es mejor que su padre. A nivel energético, deja su lugar de hijo, para ocupar el lugar de pareja de su madre.

 

Un hijo o hija puede sentir que él o ella tienen que cuidar y proteger a su madre al no estar presente el padre. Es decir, dejan su lugar de hijo o hija, para ocupar el lugar de su abuelo en el caso del hijo (el padre de su madre), o el lugar de la abuela en el caso de la hija (la madre de su madre); ya que a nivel sistémico, son los padres los que se ocupan y encargan de los hijos hasta que éstos son adultos. Con el resultado de que ese hijo o hija, al llevar esa carga, no podrá desarrollarse plenamente en la relación de pareja, al no sentirse libre y, sentirán, que encontrar pareja, es muy complicado y si la tienen, tendrá muchas dificultades para poder mantenerla.

 

-El hijo o hija pueden tener problemas con la autoridad, sentir rivalidad con hermanos o hermanas, amigos, tener dificultades en el ámbito laboral, con jefes o compañeros de trabajo, y sentir que no pueden realizarse profesionalmente en el ámbito que desean.

 

Si algo de lo que has leído, ha resonado contigo o te ha llegado a lo profundo de tu alma y quieres sanar, o simplemente sentir la fuerza de tu padre y tu linaje paterno, puedes hacer este ejercicio sistémico, ya que somos un 50% energía de nuestra madre y, un 50% energía de nuestro padre:

 

Realiza un par de respiraciones profundas, conéctate con tu respiración 2-3 minutos.

 

Visualiza o imagina delante de ti a tu padre, a una distancia de metro y medio más o menos. Si no le conociste, proyecta una silueta, un color, lo que venga a tu mente, estará bien.

 

Observa cómo se siente tu cuerpo ¿está rígido?, ¿necesita avanzar o retroceder?, ¿qué emociones o sentimientos te despierta tu padre?

 

Toma la decisión de ver a tu padre delante de ti y le dices:

 

“Papá, gracias por la vida que me has dado. Eso es lo único que importa”.

 

“Renuncio a exigirte aquello que no supiste o pudiste darme”.

 

“Ahora soy adulto/a, yo me encargo de mis necesidades”.

 

“Papá, te honro a ti y a todo mi linaje paterno, aceptando todo tal y como fue”.

 

“Me libero del dolor y el sufrimiento e íntegro en mí lo masculino y a todos los hombres de mi sistema familiar”.

 

“Papá, bendigo lo que me llega a través de ti y de los que te precedieron y para honrarte a ti y a mis ancestros, tomo con agradecimiento la fuerza, para caminar por el mundo con seguridad y realizarme en todas las áreas de mi vida”.

 

“Gracias, gracias, gracias”.

 

Tómate tu tiempo. Observa cómo te sientes ahora, si has podido avanzar hacia tu padre o no, si has tomado su energía, o qué  percepciones de conciencia has recibido.

 

Artículo escrito por Olga Mª González Barrado. Consteladora Familiar.

 

Si sientes realizar un trabajo de Constelaciones Familiares, ya sea de forma individual o en grupo, en el siguiente enlace, tienes toda la información detallada:

 

- Curso El Padre. La fuerza en la Vida.

 

Constelaciones Familiares Individuales.

 

Constelaciones Familiares en Grupo.